Bosques de la Amazonia brasileña: se destruye el equivalente a 19 canchas de fútbol por hora
La Amazonía de Brasil es todo un símbolo de la destrucción que puede generar la deforestación: por hora, pierde unas 19 hectáreas de bosques. Esta actividad, que contamina los ecosistemas acuáticos y contribuye con el calentamiento global debido a que los árboles talados liberan carbono a la atmósfera, ya hizo desaparecer 6.880 hectáreas (una superficie equivalente a 7 mil estadios de fútbol) de la mayor selva del mundo en las primeras dos semanas de mayo, como informó el Sistema de Detección de Desmatamiento en Tiempo Real a través de información satelital del Instituto de Pesquisas Espaciales.
Brasil es el hogar de más de la mitad de la biodiversidad del planeta, pero expertos advierten que santuarios ecológicos como la Amazonia y el Pantanal sufren la amenaza de grandes grupos económicos así como de mafias, cuyo poder aumenta a la par de la retórica anti-ambientalista que impulsa el presidente Jair Bolsonaro. Terratenientes que talan árboles centenarios para plantar soja, minería clandestina que contamina con mercurio ríos vitales para pobladores de zonas remotas, o traficantes de madera que diezman especies raras y valiosas. La amenaza a la biodiversidad puede adoptar diferentes caras acá.

Phillip Fearnside, biólogo de la Universidad de Oxford, dice que todo este conglomerado de acciones ilegales y extractivas que atentan contra la biodiversidad en la Amazonia brasileña destruye un ciclo hidrológico ambiental importantísimo a nivel mundial. Pero, destaca, que esto no solo se traduce especialmente en el propio Brasil sino que también llegan hasta el litoral de la Argentina, el sur de Paraguay y Uruguay.
Las fuertes sequías que afrontó Brasil en la última década muestran que el ecosistema regional está cambiando por completo. En cuanto a la Argentina, las sequías de 2018 representaron uno de los desastres naturales más nocivos del año: provocaron pérdidas por 6.000 millones de dólares.
Un estudio realizado en marzo pasado por WWF-Brasil y el Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon), por otra parte, indica que enormes cantidades de agua dulce superficial se pierden cada año en la Amazonia por la intervención humana, especialmente por la deforestación.
Según los resultados, la región pierde en promedio 350 kilómetros cuadrados de agua dulce superficial cada año a causa de estos factores. Esta tendencia es más prominente en la zona conocida como el «arco de deforestación», en el sur del Amazonas, y las áreas más afectadas son las planicies de inundación y las lagunas que se forman a partir del flujo y reflujo del agua.
La asociación internacional Tropical Forest Alliancehizo recientemente un llamado «urgente» para evitar el “colapso ecológico” terminar con la «guerra» contra los bosques, como llama a la deforestación, que en 2018 acabó con 12 millones de hectáreas, un área de selvas tropicales equivalente a la superficie de Nicaragua. «Tenemos que actuar ya y debemos hacerlo con mucha más urgencia que hasta ahora», dijo su director, Justin Adams.
El año pasado la deforestación destruyó 12 millones de hectáreas de selvas tropicales, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y la plataforma Global Forest Watch. De ese total, 3,64 millones eran selvas vírgenes, fundamentales para la biodiversidad y combatir el cambio climático. Según los datos presentados por WRI y Global Forest Watch en la reunión, 2018 fue el cuarto peor año en términos de deforestación de la selva tropical, por detrás del 2014, 2016 y 2017. Los países más afectados son Brasil, Indonesia, Congo, Colombia y Bolivia. «Estamos destruyendo los bosques que hacen posible la vida» del humano y de otras miles de especies, aseguró Adams.
«La vida es posible porque existimos en un clima muy estable, pero si seguimos esta guerra contra la naturaleza, entonces el futuro de nuestros hijos y nietos no será bueno», afirmaron las autoridades de la Tropical Forest Alliancehizo.
Brasil toca fondo en materia ambiental
Considerada el «pulmón del planeta», la Amazonia reúne una cantidad impresionante de especies: 40.000 plantas, 3.000 peces de agua dulce, alrededor de 1.300 tipos de pájaros y 370 de reptiles. Sin embargo, la deforestación, que había sido reducida drásticamente entre 2004 y 2012, registró en enero de 2019 un aumento de 54% en relación al mismo mes de 2018, según el Imazon.
Aunque le siguieron dos bajas en febrero (-57%) y marzo (-77%), en el primer trimestre del año desaparecieron 268 km2 de selva amazónica. En los últimos 12 meses, la deforestación avanzó 24%. “Antes tomábamos nuestro alimento directamente de los árboles. Actualmente necesitamos plantar”, dijo el anciano indígena Mojtidi Arara, que debe caminar una hora selva adentro para recoger bananas.
Entre agosto y abril pasados fueron eliminadas ilegalmente 8.200 hectáreas amazónicas en Brasil, en zonas que están bajo protección del Estado, en las cuales la deforestación debería ser cero. Los últimos números indican las peores cifras en una década, según las denuncias sobre un agravamiento del desmonte realizadas por entidades ambientalistas como WWF, entre otras.
Todos estos datos fueron negados por el Ministerio de Medio Ambiente, mientras Bolsonaro defiende la expansión de las áreas ocupadas por agricultores y la explotación minera en zonas de la Amazonia, incluso en reservas indígenas. El desmonte afectará lentamente las temperaturas al alterar las propiedades de la reflexión de la luz solar y la evapotranspiración, y la Universidad Estatal de Río de Janeiro predice que la deforestación brasileña podría resultar en un aumento de 1,45 grados centígrados para el año 2050 en la región.
Los investigadores aseguran que su estudio en Brasil “ilustra que las políticas actuales de uso de la tierra pueden afectar al clima local futuro” y agregan que “la forestación tiene el potencial de revertir los impactos de la deforestación en el clima local, especialmente en las regiones tropicales y templadas”.
En campaña, Bolsonaro había anunciado que eliminaría el Ministerio de Medio Ambiente y, emulando a su par estadounidense Donald Trump, sacaría a su país del Acuerdo de París. Pese a que finalmente incumplió ambas promesas, puso al frente de la cartera a Ricardo Salles, “un ministro antimedio ambiente” y ha debilitado notablemente los programas de protección de los bosques tropicales, los indígenas, la biodiversidad y la fiscalización de los recursos naturales.
Fuentes:
– Perfil / Darío Silva D’Andrea
– Foro Ambiental