Estados Unidos prohíbe uno de los insecticidas más usados en el agro argentino

Por considerarlo un riesgo para la salud, un Tribunal de San Francisco ordenó quitar al clorpirifos del mercado, en un plazo de 60 días.

 

Daños neurológicos en niños. Pérdida de inteligencia y alteraciones en la conducta. También trastornos como el autismo. Esas son algunas de las causas por las cuales la Justicia de Estados Unidos prohibió la comercialización del clorpirifos, de la multinacional Dow, en todo el territorio norteamericano.
De acuerdo al fallo, que fue establecido por el Tribunal de Apelaciones de San Francisco, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, su sigla en inglés) cuenta con un plazo de 60 días para retirar del mercado todas las formulaciones a base del insecticida.
El clorpirifos es un organofosforado que ha mantenido un crecimiento sostenido desde que irrumpió en la industria agrícola durante los años 60. Actualmente, es utilizado para pulverizar medio centenar de cultivos diferentes en casi 100 países. Tiene un olor similar al que emanan los zorrinos o a los huevos podridos y puede dañar la salud si se toca, inhala o ingiere.
La exposición prenatal al clorpirifos puede favorecer nacimientos con bajo peso, disminuir el coeficiente intelectual, ocasionar trastornos de atención y retrasos en el desarrollo motor en los niños.
Tal como describe la organización ambientalista Earth Justice, el envenenamiento agudo, además, suprime la enzima que regula los impulsos nerviosos en el cuerpo. De esa forma, puede causar convulsiones, parálisis respiratoria y –en casos extremos– la muerte.

Un largo camino hacia la prohibición

Los problemas del clorpirifos comenzaron a visibilizarse a mediados de los 90´s. Entre 1995 y 2003, Dow fue multada por ocultar casi 250 casos de intoxicación con ese agroquímico solo en los Estados Unidos y continuar publicitándolo como producto “seguro”. En total, la multinacional terminó desembolsando más de 2,7 millones de dólares.
En 2011, sin embargo, se produjo un quiebre sustancial. Aquel año, un estudio impulsado por la Universidad de Columbia fue el que reveló que el clorpirifos era responsable de causar numerosos casos de retrasos mentales y físicos en niños de zonas cercanas a Nueva York. Desde entonces, otras investigaciones dieron cuenta de los problemas a la salud que el agroquímico generaba.
Las gestiones para prohibir el clorpirifos se iniciaron durante la gestión de Barack Obama, a raíz de los efectos nocivos que podría provocar en los trabajadores agrícolas y los pobladores de zonas rurales en general. Cuando la medida parecía un hecho, llegó Donald Trump, que logró congelar el proyecto hasta ahora.

Uno de los insecticidas más usados en el agro argentino

Después de Estados Unidos y Brasil, Argentina es el país que más agroquímicos consume en todo el mundo. El clorpirifos de Dow –usado ampliamente en suelo nacional– ostenta una enorme presencia en diversos ecosistemas, atentado contra la biodiversidad y la vida. Además, es el insecticida que el SENASA encuentra en todas las frutas y hortalizas que monitorea. Sin excepción.
Sus consecuencias nocivas han sido ratificadas, entre otros trabajos de investigación, a partir de estudios ambientales llevados a cabo por especialistas del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA), dependiente de la Universidad de La Plata, y el CONICET.
Informes oficiales del propio Ministerio de Agroindustria de la Nación reconocen que el clorpirifos es altamente tóxico para aves, peces y organismos acuáticos, además de que recomiendan mantenerlo alejado de fuentes de agua. Pero, de momento, la venta de este insecticida en Argentina continua. Es más, hasta se puede conseguir por Mercado Libre.

¿Influyen en el país las medidas tomadas por Estados Unidos?

Resulta difícil imaginar que las autoridades nacionales adopten medidas tendientes a garantizar la seguridad sanitaria, si estas interfirieran con las prácticas del agronegocio. El ejemplo más emblemático es el del glifosato. El herbicida estrella de Monsanto está considerado “potencialmente cancerígeno” desde 2015 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la justicia norteamericana acaba de condenar a la multinacional por no advertir que podría causar linfoma no Hodgkin, enfermedad que afecta a los linfocitos. Sin embargo, en Argentina se continúa utilizando, ignorando incluso cientos de estudios locales que demuestran su peligrosidad para la salud y el ambiente.
El del glifosato, por supuesto, no es el único caso. El herbicida atrazina y el insecticida carbaril, también han sido prohibidos en otras regiones del mundo por sus efectos adversos sobre la salud y en el país se continúa comercializando. El primero fue quitado del mercado en Europa desde comienzos de 2000, mientras que el segundo se encuentra prohibido en Gran Bretaña, Alemania, Suecia, Dinamarca y Austria –entre otros– por generar cáncer.
Ocurre lo mismo con el fungicida iprodione, cuya aplicación está prohibida sobre frutas en Estados Unidos desde 1996, y el insecticida novaluron, que ha sido sacado de circulación en casi toda Europa en 2011. Todos ellos, de alguna forma, no solo alteran el medio ambiente y ponen en riesgo la salud de las personas que viven cerca de campos fumigados, sus restos también pueden llegar a los alimentos que la mayoría de las personas comen a diario.

Fuentes:

  • Por generar daño cerebral, Estados Unidos prohíbe al insecticida de Dow más usado en el agro argentino / Patricio Eleisegui / iprofesional.com
  • El gobierno de Trump frena la prohibición de un polémico pesticida / eldiario.es
  • Clorpirifos: el pesticida tóxico que daña a nuestras familias y al medio ambiente / earthjustice.org

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