Monsantopapers. El origen.
En 1970, John E. Franz, un químico de 40 años de Springfield, Illinois, se encontró con un descubrimiento que cambiaría profundamente la agricultura: una sustancia química que se abre paso entre las hojas de las malezas y llega a sus raíces, matándolas finalmente. Franz vendió la patente del gran avance a su empleador, Monsanto, por 5 dólares. Cuatro años después, Monsanto lanzó Roundup.
Edición: Foro Ambiental*
Foro Revista Nº 36
Los abogados y activistas han acusado a Monsanto de manipular la ciencia para ocultar los impactos sobre la salud del glifosato. Los documentos revelados en el caso federal también sugieren una relación estrecha entre la empresa y los reguladores de la Agencia de Protección Ambiental
“¿Malas hierbas? No hay problema. Nada mata mejor a las malas hierbas “, decían los actores en los anuncios del Roundup mientras atacaban a los dientes de león con botellas de spray. El producto fue un éxito instantáneo, y en 1987 Franz ganó la Medalla Nacional de Tecnología por su descubrimiento. Hoy, Roundup es el herbicida más popular en el mundo, generando más de $ 4 mil millones en ingresos anuales para Monsanto.
El ingrediente activo de Roundup, el glifosato, es ampliamente percibido como inocuo para el medio ambiente porque se dirige a una enzima que no se encuentra en animales o humanos. Sin embargo, cuando se trata de plantas, la sustancia química mata indiscriminadamente, a excepción de aquellas plantas genéticamente diseñadas para resistirla. En la década de 1990, Monsanto comenzó a vender sus semillas patentadas “Roundup Ready”, permitiendo a los granjeros rociar las malezas sin dañar sus cultivos. La combinación de herbicida y semillas resistentes ayudó a Monsanto a convertirse en una de las corporaciones agrícolas más poderosas del mundo. En la actualidad, más del 90 por ciento de los cultivos nacionales de soja, maíz y algodón están diseñados genéticamente para ser resistentes al glifosato, lo que representa más de 168 millones de acres.
Pero el futuro del omnipresente herbicida puede peligrar. Monsanto actualmente está combatiendo las acusaciones de que el glifosato podría no ser tan seguro como se anuncia, especialmente cuando se combina con otros productos químicos en la formulación del Roundup. En 2015, un comité internacional de ciencia dictaminó que el glifosato es un probable carcinógeno humano, contrarrestando las determinaciones previas de las agencias reguladoras en los Estados Unidos y otros países. Poco después, más de 200 personas demandaron a Monsanto en un caso federal, ahora centralizado en California, alegando que el Roundup les hizo desarrollar linfoma no Hodgkin, un cáncer de sangre común. Más de 1.000 personas han presentado demandas similares contra la compañía en tribunales estatales en Arizona, Delaware, Missouri, Nebraska.
Los abogados y activistas han acusado a Monsanto de manipular la ciencia para ocultar los impactos sobre la salud del glifosato. Los documentos revelados en el caso federal también sugieren una relación estrecha entre la empresa y los reguladores de la Agencia de Protección Ambiental, que actualmente está revisando los estudios sobre la seguridad del glifosato. Por su parte, Monsanto sostiene que el Roundup es inofensivo. “Nuestros abogados han producido más de 10 millones de páginas de documentos, y los abogados de los demandantes lograron seleccionar un puñado que refleja el uso de un lenguaje inapropiado por parte de algunos amigos de Monsanto”, dijo Scott Partridge, vicepresidente de estrategia global de Monsanto. “No hay un solo documento que refleje que el glifosato, el ingrediente activo en Roundup, causa cáncer”.
El puntapié inicial
En marzo de 2015, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) que ha estado elaborando informes de carcinógenos desde la década de 1970, clasificó al glifosato de Monsanto como cancerígeno probable. La evaluación de la agencia sobre el glifosato fue realizada por un grupo de 17 expertos de 11 países y dirigida por Aaron Blair, epidemiólogo del Instituto Nacional del Cáncer. El comité estudió minuciosamente la literatura científica disponible al público: cientos de páginas de artículos e informes de revistas publicadas y concluyó que el glifosato debería clasificarse en el Grupo 2A, lo que significa “probablemente carcinógeno para los humanos”, junto con el DDT, el insecticida malatión y las cepas del virus del papiloma humano. Los expertos de IARC consideraron estudios de patrones de enfermedad en poblaciones humanas y experimentos en células y tejidos humanos, así como en animales de laboratorio. Informaron pruebas convincentes de que el glifosato causa cáncer en modelos animales. También concluyeron que los estudios muestran claramente el daño del ADN y el cromosoma en las células humanas, daño que puede conducir a la aparición del cáncer.
Sin embargo, no llegaron a informar que la sustancia química definitivamente causa cáncer en los seres humanos. “No hubo suficiente evidencia para decir que sabemos que esto causa cáncer, como decimos con el tabaquismo, el alcohol y el benceno; para aquellos, no hay objeciones”, explicó Blair. “‘Probable’ significa que hay bastantes pruebas de que causa cáncer, pero aún hay dudas”.
Monsanto inmediatamente emitió un comunicado denunciando el veredicto de IARC: “Las agencias reguladoras han revisado todos los estudios clave examinados por IARC y muchos más, y llegaron al abrumador consenso de que el glifosato no presenta riesgos irrazonables para los humanos o el medio ambiente cuando se usa según las instrucciones de la etiqueta”.
Pero la compañía no pudo contener la tormenta iniciada por el fallo de IARC, que tuvo implicaciones legales y regulatorias inmediatas. En unos meses, casi 600 científicos de 72 países firmaron un manifiesto en el que se pedía la prohibición de la pulverización de herbicidas a base de glifosato. (Incluso antes del lanzamiento del informe de IARC, algunos países –El Salvador, Colombia, Brasil, Bermudas, Alemania, Francia, los Países Bajos y Sri Lanka– ya habían establecido una prohibición o estaban considerando alguna forma de regulación). California usa a las clasificaciones de IARC como base para registrar productos químicos según la Proposición 65, que ordena el etiquetado de todos los productos químicos que se sabe causan cáncer, defectos de nacimiento u otros daños reproductivos. El Roundup vendido en el estado debe estar etiquetado pronto. Luego están las demandas judiciales: para el otoño de 2015, Monsanto enfrentaba la primera de ellas y poco después debió responder a una cascada de demandas que conectarían al Roundup con el cáncer.
Monsanto llevaba tiempo preparándose para impugnar el informe de la IARC, de acuerdo con un documento confidencial de seis páginas desenterrado gracias a la demanda federal. En defensa del glifosato, la compañía afirma que el IARC pasó por alto una investigación importante e interpretó selectivamente los datos para llegar a su clasificación de “carcinógeno probable”. Monsanto también señala con frecuencia que la EPA, al igual que las agencias reguladoras de Canadá y Europa, clasificaron al glifosato como no carcinogénico.
La discrepancia entre el IARC y otras agencias reguladoras se debe en parte al hecho de que tienen diferentes objetivos. “IARC revisa la literatura y determina si, en algunas circunstancias, bajo ciertas condiciones, bajo algunos tipos de exposición, estas cosas pueden presentar o no riesgo de cáncer”, explicó Blair. “Lo que IARC no hace es decir qué circunstancias son esas y qué tanta exposición hay que tener para estar realmente preocupado, eso es evaluación de riesgos, y eso es lo que hace la EPA”.
Pero también hay serias dudas sobre los propios procesos de la EPA para evaluar sustancias químicas. Estas dudas se generan gracias a la enorme cantidad de correos electrónicos, mensajes de texto, cartas y memorandos entre Monsanto y altos funcionarios de la EPA, que fueron revelados en los procedimientos judiciales. Obtenidos originalmente por el grupo de consumidores “Derecho a saber” de Estados Unidos, ese material desclasificado está hoy, al alcance de todos.
IARCMonographs Volume 112:evaluation of five organophosphate insecticides and herbicides
Los demandantes afirman que Monsanto “sabía o debería haber sabido que el Roundup es más tóxico que el glifosato solo”
Algunas pistas sobre el material desclasificado
Desde adentro
Marion Copley era una toxicóloga de la EPA que trabajó durante 30 años investigando los efectos de los productos químicos en ratones. En marzo de 2013, cuando se estaba muriendo de cáncer de mama, Copley escribió una llamativa carta a Jess Rowland, subdirector de la división de pesticidas de la EPA. Rowland dirigió el Comité de Revisión de la Evaluación del Cáncer, que estaba analizando al glifosato; Copley también sirvió en el comité. En su carta, Copley describió cómo la propiedad que hace que el glifosato sea un plaguicida tan potente –su capacidad para atacar una enzima que las plantas necesitan para crecer– también incide en la formación de tumores en humanos. Ella nombró 14 alteraciones específicas que producen cáncer.
“Cualquiera de estos mecanismos por sí solo … puede causar tumores, pero el glifosato los causa a todos simultáneamente”, escribió. “Es esencialmente cierto que el glifosato causa cáncer”. “Jess: por una vez en tu vida, escúchame y no juegues tus juegos de connivencia política con la ciencia para favorecer a los inscriptos”. Cerró la carta: “Tengo cáncer y no quiero que estos serios problemas queden sin abordar antes de ir a mi tumba. He cumplido con mi deber”. Copley murió al año siguiente.
Demasiado amigos
La posición de Rowland requería que trabajara estrechamente con los registrantes, pero los documentos sugieren una relación sorprendentemente amistosa con los empleados de Monsanto.
Un correo electrónico de abril de 2015 indica que Rowland le dijo a la compañía que trataría de matar una revisión planificada del glifosato por parte de la Agencia para el Registro de Sustancias Tóxicas (ATSDR) del Departamento de Salud y Servicios Humanos. Esa agencia, junto con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), está a cargo de evaluar los posibles efectos adversos para la salud por la exposición a productos químicos artificiales. “Si puedo matar esto, debería obtener una medalla”, dijo Rowland sobre la revisión. Dan Jenkins, principal enlace de Monsanto con las agencias gubernamentales escribió a sus colegas en el mismo correo electrónico: “Dudo que EPA y Jess puedan matar esto; pero es bueno saber que realmente harán el esfuerzo”.
Monsanto obtuvo lo que quería: Para octubre de 2015, la revisión de la ATSDR estaba oficialmente en espera y Monsanto estaba anticipando buenas noticias de la EPA. Jenkins actualizó a sus colegas: “Hablé con la EPA: voy a concluir que IARC está equivocado”. Seis meses después, un viernes de abril de 2016, el tan esperado informe de la EPA sobre el glifosato, firmado por Rowland y sellado como “definitivo”, fue lanzado en Internet. Pero solo duró un fin de semana. La EPA se retractó del informe a primera hora de la mañana del lunes y calificó su lanzamiento como prematuro. Aún así, Monsanto tuvo el tiempo justo para enviar un comunicado de prensa con el titular “Una vez más, la EPA concluye que el glifosato no causa cáncer”.
El lobo cuidando a las ovejas
La EPA a menudo ha sido criticada por sus procesos de selección de sustancias químicas, en gran parte porque depende de investigaciones financiadas o realizadas por las propias compañías químicas. En 2015, la agencia determinó que no había “evidencia convincente” de que el glifosato interrumpa el sistema endocrino humano, una determinación basada casi por completo en estudios financiados por Monsanto, otras compañías químicas y grupos de la industria.
A diferencia de la EPA, la IARC solo considera ciencia publicada, revisada por pares, y no considera –o en la mayoría de los casos, ni siquiera tiene acceso– a los estudios de una corporación.
Una limitación adicional en el proceso de aprobación de la EPA es que examina solo el ingrediente activo principal en un producto -el glifosato en el caso del Roundup– y no la fórmula completa, que incluye ingredientes inertes. La evaluación de IARC, en cambio, consideró estudios tanto de la fórmula completa del Roundup como del glifosato solo. Estos químicos adicionales a menudo se ocultan como secretos comerciales, lo que dificulta que los investigadores independientes puedan estudiar sus riesgos. Pero los científicos recientemente han comenzado a identificar muchos de los otros componentes del Roundup y han encontrado que algunos son más tóxicos para las células humanas que el glifosato en sí.
Los demandantes afirman que Monsanto “sabía o debería haber sabido que el Roundup es más tóxico que el glifosato solo”, pero continuó promocionando el producto como seguro.
No tenemos los datos, pero es inocuo
En un correo electrónico de noviembre de 2003 al director general de Monsanto, Sekhar Natarajan, Donna Farmer –una de las principales toxicólogas de la compañía– escribió que la empresa “no puede decir que el Roundup no es carcinógeno” porque “no hemos hecho las pruebas necesarias en la formulación para hacer esa declaración”. Y añadió: “Podemos hacer esa afirmación sobre el glifosato e inferir que no hay razón para creer que el Roundup causaría cáncer”.
Lo escribo yo lo firmás vos
Otros documentos publicados en el caso legal plantean preguntas sobre la influencia de Monsanto en la investigación del glifosato. Una táctica descrita en el plan de Monsanto para responder a la IARC fue “apoyar el desarrollo de tres nuevos documentos sobre glifosato centrados en epidemiología y toxicología”. Heydens propuso en un correo electrónico de febrero de 2015 a sus colegas que Monsanto “escriba” parte de un artículo de científicos externos: “Mantendríamos los costos bajos haciendo que escribiéramos y simplemente (ellos) editarían y firmarían con sus nombres, por así decirlo”. En el mismo correo explica que así fue como “manejó” Monsanto un documento anterior sobre el glifosato. Ese documento anterior, publicado en el año 2000, sí reconoció la ayuda de la multinacional en la recopilación de datos, pero no incluyó a ningún empleado de la compañía como coautor, lo que contradice los estándares de transparencia mantenidos por la mayoría de las revistas.
Mad men
“La duda es nuestro producto”, escribió una vez un ejecutivo de una compañía de cigarrillos, “ya que es la mejor manera de competir con el ‘cuerpo de hecho’ que existe en la mente del público en general. También es un medio para establecer una controversia. Durante 50 años, Big Tobacco generó incertidumbre sobre el impacto en la salud de los cigarrillos, con avisos de médicos fumadores y una campaña mediática que afirmaba que no había ninguna prueba de problemas de salud causados por el tabaco. En el caso del glifosato, los demandantes sostienen que Monsanto utiliza la misma estrategia para influir en la opinión pública.
“Parece como si estuviéramos viendo el desenmarañamiento de una narrativa corporativa cuidadosamente elaborada sobre la seguridad de un producto conocido y utilizado en todo el mundo, tal como vimos cuando salieron a la luz los secretos oscuros y sucios de la industria del tabaco”. dijo Carey Gillam, director de investigación para Right to Know de EE. UU.
“Las propias comunicaciones internas de Monsanto indican que ha trabajado mucho y duro para suprimir la investigación científica que muestra los peligros de su herbicida…”.
Monsanto también ha tratado de socavar la credibilidad de los científicos en el comité IARC. “La estrategia básica es: atacar a las personas que hicieron la investigación que no les gusta, sin piedad”, dijo la epidemióloga Devra Davis, ex miembro de la Junta de Investigación de Riesgos y Seguridad Química de los EE. UU.
Donde más les duele
La tarea actual para los abogados que representan a los demandantes es convencer al juez presidente, Vince Chhabria, de que hay pruebas suficientes para indicar que el glifosato “en general” causa cáncer. Si tienen éxito, Chhabria comenzará a escuchar el testimonio de los demandantes individuales y decidirá si Monsanto debe pagar daños y perjuicios compensatorios, que podrían llegar a decenas o cientos de millones.
Las víctimas de cáncer han ganado algunos casos recientes contra compañías químicas. En agosto, Johnson & Johnson recibió la orden de pagar $ 417 millones por daños a una mujer que desarrolló cáncer de ovario después de décadas de usar el talco de la compañía. En febrero, DuPont y otra compañía química acordaron pagar más de $ 900 millones para resolver unos 3.500 pleitos, después de que un tribunal federal dictaminara que la producción de teflón en una planta en el río Ohio en Parkersburg, Virginia Occidental, causó cáncer en trabajadores y residentes.
“La ley exige que estas empresas sean sinceras sobre lo que contienen sus productos, pero a menudo no envían la información; lo reprimen”, dijo Robin Greenwald, abogada de Weitz & Luxenberg, quien logró acuerdos multimillonarios para las víctimas del derrame de petróleo de BP en 2010 y representa a docenas de demandantes en el caso Roundup. “Quince, 20 años después, todas estas personas tienen ciertos cánceres y ciertas enfermedades, y preguntamos por qué. Luego, los científicos conectan los puntos, y luego ocurre un litigio. Y en el pleito, usted recibe documentos del acusado, y luego, he aquí que lo sabían”.
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Artículo basado en la nota:
Did Monsanto Ignore Evidence Linking Its Weed Killer to Cancer?
Autora: Rene Ebersole.
Traducción periodística para Monsantopapers (lavaca.org): Laura Piedrahita Abella