En Villa La Angostura, el Parque Nacional Arrayanes recupera sus bosques

Y un día, el Parque Nacional Arrayanes volvió a relucir. Luego de años de decadencia por factores geológicos y por el avance de especies exóticas, este pequeño espacio protegido de 1796 hectáreas fue reforestado, como parte de un proyecto de restauración del bosque andino patagónico.

«Los árboles están creciendo muy bien. Fue una gran labor en equipo con viveristas del Centro Forestal de la Isla Victoria», dice el equipo del Arboretum que ejecutó el trabajo con Santiago Quiroga, Aldana Calamari, Estela Vargas, Gabriela Valenzuela, Mario Aguilar, Diego Luca, Juan Karlanian, Lucio Azua y Celeste Prieto, con la ayuda de los voluntarios Fernando Menéndez Guerrero, Pablo Taccari y Matías Gonzaléz.

Con el objetivo de recuperar una arboleda de más de seiscientos años, se cultivaron unos 450 arrayanes en el vivero de la Isla Victoria con semillas de los más diversos ejemplares de la Península de Quetrihue. Las tareas fueron realizadas por ingenieros forestales, activistas ambientales y voluntarios.

El proyecto impulsado para renovar un bosque que recibe unos cuatro mil visitantes por día, que en la región de los lagos incluye también la restauración de la ladera sur del cerro Otto, en San Carlos de Bariloche, contó con financiamiento por 1.953.124 pesos por parte del por el Gobierno Nacional.

En la reforestación del Parque Nacional Arrayanes también trabajaron ingenieros, guardaparques y prefectos, coordinados por Adolfo Moretti, jefe del área Forestal y por el intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi Damián Mugica. «Se buscaron semillas que representen la genética de todo el bosque para hacer plantines que vengan a rejuvenecer este lugar», dice Moretti.

Las semillas recopiladas en toda la península de Querihue fueron llevadas al vivero de la Isla Victoria hasta que los árboles de un metro de altura estuvieron fuertes para volver al bosque. La última primavera se trasladaron en lanchas con ayuda de la Prefectura Naval Argentina. Sobrevivieron a temperaturas de hasta siete grados bajo cero. Los árboles se ven vitales, con signos de haber soportado el traspaso de los plantines que los trajo de regreso al bosque madre.

«Para nosotros fue muy emocionante», dice Adolfo Moretti. «Rescatamos la genética. Vinimos con técnicos del INTA y elegimos las semillas de los árboles. Los plantines estuvieron siete años en el vivero Isla Victoria hasta regresar al parque», agrega.

En otoño, el bosque del Arrayanes se encuentra repleto de colores que dan los árboles más antiguos de frutos, los cuales son parecidos a los calafates pero de color violenta. «Sólo aquí el arrayán -que se encuentra en otros sitios de la región- forma un bosque de árboles monumentales con más de 650 años de antigüedad. Por eso el parque lleva su nombre», explica el ingeniero forestal.

Cada temporada más de treinta mil visitantes llegan a este parque en busca de la energía de estos árboles. «La gente se abraza a los ejemplares más grandes. Los toca, busca conectarse con su frescura«, dijo Domingo Nuñez, jefe de guardaparques de la zona norte de Nahuel Huapi. «Aquí los Arrayanes adquieren un porte que no tienen en otros lugares de la Patagonia: aquí los troncos tienen más de un metro de diámetro, y los árboles son más longevos», explica Moretti.

Los centenares de árboles más jóvenes crecen a la sombra de los más antiguos, aquellos que tapan el cielo con sus copas de hasta quince metros de alto. Según los especialistas, deberán pasar varios años hasta que se pueda recuperar el bosque, que da nombre a este parque. «La especie tiene un crecimiento muy lento: un milímetro por año», explica María Celia, guardaparques de la seccional Arrayanes.

Fuentes:

  • La Nación
  • Foro Ambiental