Elecciones en Estados Unidos: un día después, el país salió formalmente del Acuerdo de París

Las posturas de Trump y Biden frente a la crisis climática, qué pasaría con el pacto internacional de acuerdo a los resultados de los comicios y que rol juega la mayor economía del mundo en la contaminación ambiental a nivel global.

Estados Unidos vive una de las jornadas eleccionarias más vibrante de sus últimos años. Con una sociedad cuya polarización se ha agudizado, cruzada por la convulsión por la irrupción de la pandemia y cierres de campañas plagados de enfrentamientos, el país debate su futuro con vistas a largo plazo. En esa decisión también juega un rol preponderante la política ambiental. Un día después de los comicios, el 4 de noviembre, el país norteamericano abandonará de manera oficial el Acuerdo de París, el mayor acuerdo climático a nivel mundial.

La decisión fue tomada hace un año atrás por el actual presidente y candidato por el republicanismo, Donald Trump, quien siempre ha mostrado una postura reticente frente a la lucha contra la crisis climática, a la que incluso llegó a definir como “un cuento chino”. Por motivos protocolares, estará se hará efectiva recién ahora, un año después de que la decisión haya sido presentada formalmente y dada a conocer por el secretario de Estado, Mike Pompeo, a través de un breve comunicado.

De acuerdo a uno de los artículos del Acuerdo de París, se establece que ningún país firmante podía solicitar la retirada hasta pasados tres años de la entrada en vigor de este acuerdo (es decir, el 4 de noviembre de 2019) y que, en el caso de petición de retirada, esta no sería efectiva hasta pasado un año de su presentación, como terminó ocurriendo.

Vote aquí. La política alrededor del cambio climático también juega un rol central en las elecciones estadounidenses. (REUTERS/Bing Guan)

Desde que tomó el poder de la Casa Blanca, la administración de Trump estuvo marcada por la reactivación de las industrias de combustibles fósiles, la desarticulación de la política ambiental de Obama y el descrédito sobre el fenómeno climático. Producto de esta política, las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2), el principal gas causante del calentamiento global, de Estados Unidos alcanzaron en 2018 su mayor cifra en ocho años, con un crecimiento cercano al 3,4 por ciento.

Esa también ha sido la estrategia con la que el aún presidente (y a la espera de los resultados de las elecciones) logró una estrecha relación con sectores populares de aquellos estados industriales y agrarios del heartland que habían quedado postergados -según Trump- por las políticas verdes de los años anteriores y se vieron favorecidas por la posición del líder republicano frente a la reticencia de las comunidades de la mayoría de las grandes (y modernas) ciudades y los polos tecnológicos de las zonas más costeras, cuyas simpatías corren por el lado de Joe Biden.

Radical. Trump desacredita el cambio climático y sostiene que las políticas verdes causan desempleo y pérdidas en la economía. (REUTERS / Brandon Bell) 

Justamente, el candidato del Partido Demócrata ha hecho bandera en contra de este descrédito que Trump hizo sobre el cambio climático. Una de sus promesas de campaña, además de profundizar las industrias renovables (hoy lideradas por China), es el regreso de los Estados Unidos al Acuerdo de París. Sin embargo, esta decisión deberá pasar por el Congreso y el Senado.

En el último debate televisivo entre los dos candidatos mayoritarios y en su sitio web, Biden se comprometió a establecer una meta de cero emisiones netas de carbono del país para el año 2050, lo que significa que el país no pondría más gases de efecto invernadero en el aire de los que extrae a través de los árboles y otras fuentes naturales y tecnológicas. Trump ha ratificado su posición de tomar medidas de protección de estas características sobre el clima ya que argumenta que perjudican a la industria y el conjunto de la economía.

Moderado. Biden prometió el regreso del país al Acuerdo de París pero también confirmó que no prohibirá el fracking. (AP)

En sus cuatro años de mandato, Trump ha revertido casi 100 regulaciones climáticas, desde requisitos medioambientales para oleoductos, hasta permisos para explotar parajes naturales de Alaska, pasando por el asalto judicial para rebajar los límites contaminantes que impuso Obama al sector del automóvil. De toda esa contrarreforma, la medida más dañina quizás resultó la paralización de las normas de ahorro de combustible, que obligaban a los fabricantes a poner en el mercado automóviles más eficientes y, por tanto, que emitieran menos gases y contaminantes.

El gran lastre ahora para la descarbonización en Estados Unidos es el transporte. Mientras que en el mundo este sector es responsable del 14% de las emisiones, en el país norteamericano se eleva al 30%. Esta especialista apunta que, al contrario que Trump, Biden ha propuesto un plan de electrificación del transporte con regulaciones de emisiones más estrictas, incentivos y la promesa de instalar medio millón de cargadores. “Puede ser un giro virtuoso”, opina. También para Canadá y países como México y Brasil, que están muy influenciados por el modelo de transporte de EE UU.

“El cambio climático es la mayor amenaza existencial de la humanidad”, reconocía esta semana Biden en una entrevista; unas palabras que nunca pronunciaría Trump. “Aunque Biden no tenga la ambición suficiente, es una posición mucho más positiva sin duda que la de Trump”, resume David Howell, especialista en políticas climáticas de SEO/BirdLife.

Biden, de todas formas, tiene que navegar entre su imagen de moderado y una izquierda demócrata que promueve el Green New Deal, un ambicioso plan de descarbonización que Trump ha convertido en sinónimo de socialismo peligroso. El candidato demócrata, que se puede jugar la elección en Estados mineros y petroleros, trata de dejar claro que su plan no es ese y también ha rechazado vetar el fracking. Pero a la vez promete dos billones de dólares para combatir el cambio climático y las renovables.

“Durante los últimos tres años, Estados, ciudades, empresas, universidades y otros responsables no nacionales han liderado el movimiento climático estadounidense”, explica Carla Frisch, miembro de Rocky Mountain Institute. Y esto ha permitido que casi dos tercios de la población estadounidense resida en Estados o ciudades que han presentado planes de acción climática. Frisch enumera alguno de los logros conseguidos durante el mandato de Trump gracias a esta resistencia interior: “El número de vehículos eléctricos en la carretera se ha duplicado; el número de ciudades comprometidas con la electricidad 100% renovable se ha quintuplicado; 16 estados se comprometieron a reducir gradualmente los hidrofluorocarbonos super contaminantes”.

Que el Acuerdo de París se quede sin la mayor potencia económica del mundo (y una de las dos más contaminantes) complica sus expectativas, cuya principal meta es que el aumento medio de las temperaturas no supere los 2 grados respecto a los niveles preindustriales y, si es posible, se quede en 1,5 grados. A esto se suma la influencia que esta causaría a las ya insuficientes acciones adoptadas hasta ahora por parte del resto de los países. Estados Unidos y China son los dos principales países emisores de CO2. El primero de ellos en emisiones per cápita y el segundo en términos absolutos. Entre ambos, suman el 40% de las emisiones de carbono de todo el mundo. Sin embargo, China -pese a sus claroscuros- ha mostrado una reacción mucho más proactiva frente a la crisis climática. Ahora será el turno de Estados Unidos.