El litio en Argentina: Su importancia e impacto ambiental 

Cada vez con mayor frecuencia escuchamos mencionar o leemos acerca del litio. También conocido como “Oro Blanco”, es el metal más liviano y un gran conductor del calor y la electricidad. Desde los 90’ que se usa como componente para batería de los celulares y actualmente su demanda e interés a nivel mundial han experimentado un aumento debido a la urgencia de disminuir la dependencia de los combustibles fósiles. Aquí es donde el litio que tenemos en nuestro país juega un gran papel ya que es un componente fundamental en las baterías de los autos eléctricos. 

Argentina junto a Bolivia y Chile conforman lo que llaman “el triángulo del litio” y esto debido a que allí se concentra el 46% de las reservas mundiales de Litio. Sin embargo, Argentina no es productora del mineral en sí, sino que las plantas extractoras son explotadas por empresas de China, Estados Unidos y Japón. 

Ahora bien, ¿De qué manera y desde qué fuentes se obtiene?  Y, ¿Cuál es el impacto ambiental y social derivado de la explotación de este mineral? 

“El litio no ocurre libremente en la naturaleza, sino en compuestos: por ejemplo, disuelto en agua de mar y en el fluido residual de la producción de petróleo, pero la mayor concentración -y la explotable- se encuentra principalmente en un determinado tipo de roca (espodumena) y en salmuera”, explica Elisabeth Möhle investigadora del CONICET-UNSAM y comunicadora sobre Desarrollo Sostenible. 

La extracción del litio en nuestro país, en las regiones de la Puna de Jujuy, Salta y Catamarca, se efectúa a través del proceso de evaporación aplicado a la salmuera presente en los depósitos salinos. Este método se presenta como una alternativa más rentable en comparación con la extracción del mineral desde la roca, que, por otro lado, presenta beneficios para el medio ambiente.  

Carbonato de litio extraído en el Salar de Olaroz-Cauchari, Jujuy (Minera Exar)

Sin embargo, estas regiones conforman los humedales de altura que son ecosistemas extremadamente frágiles y complejos, situados a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar. 

“En estas regiones la aridez es extrema, el balance hídrico es negativo, con lo cual el agua es un bien limitado y clave para la supervivencia y el funcionamiento de los ecosistemas”, explicó a Chequeado María Laura Castillo, coordinadora del Programa Altoandinos del área de Política Ambiental de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). 

Recientemente, un estudio llevado a cabo por expertos del Conicet analizó el consumo hídrico correspondiente al proyecto Olaroz, actualmente en fase de producción en la provincia de Jujuy. En función de su análisis, se estima que para cada tonelada de litio se requieren aproximadamente 584 mil litros de agua.  La posibilidad de agotamiento de las existencias de agua dulce en la región donde residen las comunidades locales, utilizado tanto para necesidades domésticas como para actividades agrícolas y ganaderas, representa uno de los impactos sociales primordiales de la explotación del litio. A esto se agrega la modificación del entorno, que incide en el ámbito turístico, y en la actividad minera tradicional conocida como «recolección de sal», así también a la salinización del suelo de los humedales nombrados anteriormente.