Día Mundial del Medio Ambiente: una pandemia que llama a proteger la biodiversidad
El brote del nuevo coronavirus en el mundo se produce en medio de una crisis ambiental que el mundo viene profundizando desde hace décadas. La naturaleza ya no puede esperar.
Como cada 5 de junio, llega el Día Mundial del Medio Ambiente, una de las fechas más relevantes del calendario. Establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972, con el fin de fomentar acciones, se ha convertido en una oportunidad global con el fin de que la política a nivel mundial se involucre con la crisis que el ser humano afronta para relacionarse con su entorno natural. Si bien ha logrado posicionarse mejor en la agenda internacional con los años, todavía los esfuerzos son insuficientes.
En esta ocasión, la conmemoración se focalizó en la biodiversidad y llega en un momento inédito. El impacto del brote del coronavirus que se ha trasladado de Oriente a Occidente ha puesto en relieve la necesidad de mejorar las condiciones del planeta, tan afectado por sistemas productivos ineficientes y actividades humanas dañinas. El brote se ha dado desde un mercado en China donde se consumían especies salvajes en condiciones de escasa sanidad y bromatología. Además, esta industria y su consumo cultural se abastecen por la caza furtiva y el maltrato animal, prácticas que disparan la pérdida de especies y la alteración de hábitats.
“Ahora, ha surgido un nuevo coronavirus que socava la salud y los medio de vida en todo el mundo. Para cuidar a la humanidad, debemos cuidar la naturaleza. Comprometámonos a forjar un futuro verde y resiliente para nuestra reconstrucción posterior a la pandemia”, sostuvo el secretario general de las Organizaciones de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, a través de una intervención en línea emitida por la presidencia de Colombia, país anfitrión del aniversario ambiental.
Mientras existan estos emprendimientos, existirá la posibilidad de que el mundo viva eventos pandémicos.
Desde su expansión a fines de diciembre del 2019, el virus SARS-CoV-2 produjo el contagio de 6.5 millones personas (2.8 millones los recuperados), causó 388 mil muertes y llegó a 213 países afectados, según datos de la Universidad Johns Hopkins y Worldometers. Para Andrés Nápoli, director ejecutivo de FARN, “esta situación nos demuestra lo frágil que somos frente a ciertas circunstancias, y en este contexto necesitamos acciones concretas, saber que el cambio climático no será tan abrupto pero nos lleva a cambios muy pequeños, en este tiempo hemos aprendido que es bueno escuchar a la ciencia”.
El freno de la actividad económica global y el confinamiento social, por su parte, expusieron otros de los factores destacados de la cuestión ambiental. El descenso del tráfico vehicular y la menor actividad industrial se tradujeron en menos emisiones de gases contaminantes y presencia de partículas en suspensión, un problema que tiene a los países más fuertes ocupando la primera plana. Así lo han certificado un informe de la agencia CarbonBrief e imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea. Sin embargo, no necesariamente es sinónimo de política ambiental. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que esta reducción no representa un sustituto de acciones contra el cambio climático.
De acuerdo a las estimaciones de los reportes globales que han realizados científicos de Naciones Unidas sobre biodiversidad, un millón de especies de plantas y animales en la actualidad se encuentra en riesgo de extinción. Teniendo en cuenta que hay 8 millones de especies animales y vegetales, una de cada ocho se encuentran amenazadas de extinción, de las cuales muchas podrían desaparecer “en las próximas décadas”.
“Las actividades humanas y la sobreexplotación de los recursos afectan a los ecosistemas, su funcionamiento y a todas las especies asociadas, lo cual nos lleva a una reflexión urgente: la variable ambiental debe ser incluida en el desarrollo de un modelo económico y productivo, que tenga en cuenta a la naturaleza y a las personas, para que sea justo y sostenible en el tiempo”, escribe Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
A pesar de los progresos con respecto a la concientización, el concepto de sustentabilidad y los compromisos a nivel internacional, el planeta sigue en vilo por el avance del cambio climático, la continuidad de las industrias extractivas, la contaminación de ecosistemas y las pérdidas irreparables de biodiversidad. Los combustibles fósiles, el ensanchamiento de la frontera agraria, la intensificación de la producción ganadera, la urbanización sin criterios ambientales, la sobrepesca en oceános (ilegal o no) la caza furtiva, la acumulación de residuos, la megaminería y la deforestación han sido actividades centrales del deterioro.
Teniendo en cuenta los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU, la implementación de economías circulares, el fortalecimiento de aéreas naturales protegidas y la transición hacia las energías renovables hoy se posicionan como fuentes centrales del cambio de paradigma. También la reducción del consumismo y el aumento de los criterios sustentables. Tal como lo explican especialistas de todo el mundo, limitar el cambio climático y resguardar la biodiversidad requerirán cambios en una escala sin precedentes en todos los niveles.
La acción conjunta para derribar el crecimiento del brote del coronavirus, sin embargo, ha demostrado la capacidad de los países de afrontar un problema conjunto, lo cual podría trasladarse a la crisis ambiental. Para María Eugenia Di Paola, coordinadora del Programa de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la ONU para el Desarrollo “estamos ante una emergencia global, tenemos capacidad para poder dar respuesta en forma personal y colectiva y con una hoja de ruta concreta, somos cada vez más conscientes de que existe una interdependencia y que tenemos una gran capacidad de cambio que podemos tener frente a la misma”.
El 2020, además, es un año trascendental ya que marca la entrada en funcionamiento del del Acuerdo climático de París, cuyo principal objetivo es limitar el calentamiento global a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales. Hoy, según cálculos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se necesita una reducción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero de, al menos, un 7,6 % cada año durante la próxima década, para cumplir con las metas que fueron pautadas por casi 200 países del mundo.