Coronavirus: en Brasil talan bosques de la Amazonia para enterrar muertos

El hecho se registró en Manaos, una de las zonas más golpeadas por la pandemia donde hay 200 decesos por día y el cementerio público quedó desbordado.

 

Con el correr de las semanas, la situación de la propagación del coronavirus en Brasil ha alcanzado cifras alarmantes. Las faltas de políticas preventivas y el descrédito que ha mostrado el gobierno de Jair Bolsonaro frente a la pandemia, causaron duras postales en el gigante sudamericano, que hoy se posiciona como el segundo país con más contagios de COVID-19 del mundo. Una de las más recientes ocurrió en Manaos.

En la capital del Estado de Amazonas, el primer fallecimiento por COVID-19 se detectó el pasado 25 de marzo. Desde entonces hasta la actualidad, la situación ha empeorado notablemente por la propagación de los contagiados, lo que llevó a que se registren 200 las víctimas mortales por día y, como consecuencia, que la ciudad se quedara sin espacio para enterrar a los muertos. Por este motivo, tuvieron que deforestar bosques para cavar fosas.

“Es una escena en vida de una película de terror. El estado ya no es de emergencia, sino de calamidad absoluta”, describió en rueda de prensa el alcalde de la ciudad, Arthur Virgilio Neto, quien lamentó la decisión y representa un feroz crítico de la gestión de Bolsonaro, a quien llegó a tildar de “loco” por redes sociales.

Los familiares lloran a su muertos en fosas comunes (REUTERS/Bruno Kelly)

En Manaos, debido a la proliferación de la enfermedad, el cementerio público Nossa Senhora Aparecida sufrió el desborde de su capacidad y en la zona de bosque tropical aledaña hoy se puede ver como se han abierto zanjas en la tierra anaranjada para enterrar cuerpos y clavar centenares de cruces sobre ellos. Esto generó el enojo de los familiares, que se quejaron porque sus seres queridos fueron depositados en esos lugares sin saber el motivo de la muerte.

Ante la escases de testeos, una decisión que es respaldada por el propio Bolsonaro, solo el 5 por ciento de los más de 4.300 entierros realizados en abril y mayo han sido confirmados como casos de COVID-19 que acrediten las causas de los decesos. El gobernador de Amazonas, Wilson Lima, aliado del presidente, también restó importancia a la amenaza en un primer momento. “Hay una gran histeria y pánico”, manifestó el 16 de marzo, tres días después de la confirmación del primer caso en Manaos en una mujer que arribó desde Europa.

Los desbordados servicios de emergencias se han encontrado con una reticencia similar a la hora de reconocer el riesgo viral. Sandokan Costa, médico de ambulancia, dijo que los pacientes suelen omitir mencionar los síntomas de COVID-19, poniéndolo a él y a sus compañeros en un riesgo mayor. “Lo que más me ha sorprendido es la creencia de la gente de que la pandemia no es real», afirmó.

La situación de la castigada capital de la Amazonía resultó una prioridad para el ahora ex segundo ministro de Salud de Bolsonaro, Nelson Teich, quien viajó y se enfundó en un traje de protección para recorrer varios hospitales de la región. Sin embargo, días más tarde, renunció por no estar de acuerdo con el pedido del presidente de que el ministerio recomendase prescribir cloroquina a pacientes con síntomas leves del virus, un método que fue descartado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El alcalde Neto, además, denunció la llegada del virus a las alejadas comunidades indígenas de este estado de 1,5 millones de km2 (casi el triple de España) y el aumento de la deforestación, uno de los flagelos ambientales más importantes de Brasil y una actividad que no ha frenado pese a la pandemia. “Las personas están muriendo en su casa, algunas tal vez porque no tuvieron asistencia” y sostuvo que sospecha que “fue el COVID-19 la causante de esos decesos”.

“Estamos haciendo un trabajo duro para enterrar personas. Ya tuvimos sepultureros enfermos, que contrajeron coronavirus, algunos no saldrán con vida”, lamentó el alcalde, que ha pedido más recursos al gobierno de Jair Bolsonaro para atender la emergencia. “Es una lucha muy grande, muy dura”. Brasil, donde viven 212 millones de personas, registra casi 700.000 casos y cerca de 36.000 muertos, con un índice de decesos de 147 por millón de habitantes.