Mientras aumentan los casos de cáncer, Rosario todavía no sabe qué va a pasar con el glifosato

El Concejo había aprobado una ordenanza para prohibirlo, luego se intentó vetarla por presión del sector rural y ahora la intendenta decidió “volver a foja cero”. El conflicto

Que sí, que no, que después. Luego de que en el Concejo Deliberante de Rosario se votara por unanimidad a favor de la prohibición del uso del glifosato en la ciudad, poco menos de dos semanas bastó al poder agroeconómico para convencer a varios ediles de modificar la ordenanza.

“Con 6 horas de lobby los convencieron”, apuntó Juan Monteverde, concejal de Ciudad Futura, en referencia al cambio de posición de sus pares del PRO y el socialismo.

Una reunión con representantes de la Bolsa de Comercio de Rosario, la Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid) y la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja) fue la que hizo que un grupo de 15 concejales cambiaran su postura y pasaran a proponer otro proyecto en el que el herbicida pueda ser aplicado a partir de un «protocolo de buenas prácticas”.

«Esto muestra que algunos quieren construir una sociedad donde el eje sea el dinero y la rentabilidad a toda costa, por encima de la salud de la gente y la sustentabilidad del planeta», analizó Monteverde.

Pero la maniobra, que parecía tener el camino allanado, más teniendo en cuenta que Rosario es considerada la capital nacional de la soja transgénica y la presión que ejercen las grandes industrias del campo es altísima, finalmente no llegó a buen puerto. O al menos por ahora. Frente al repudio generalizado que despertó entre los vecinos y grupos ambientalistas, la Comisión de Ecología del Concejo Municipal frenó el intento de modificar la ordenanza, al contar con una mayoría de votos en oposición a ese proyecto que buscaba ir contra lo que los propios ediles habían aprobado antes.

Lo que ocurrió después, de todas formas, tampoco fue definitivo. La intendenta Mónica Fein, que debía resolver el futuro de la ordenanza, decidió no vetarla, pero tampoco aplicarla. En respuesta, envió una nueva propuesta y volver el debate a “foja cero”.

«Creo que este tema no tuvo un tratamiento suficiente en el Concejo, por eso entendemos que tiene que volver para generar un debate más serio y profundo», justificó y advirtió que “prohibir y sancionar sin que el Estado acompañe es producir más vulnerabilidad en el vulnerable”.

Para la mandataria el camino no es impedir el uso de determinados productos sino cambiar las prácticas productivas. Por eso propuso la creación del programa Cinturón Verde, con el que la municipalidad capacitará y financiará a todos los productores de la periferia urbana para que pasen a cultivar de manera agroecológica.

«Queremos que en tres años el programa Cinturón Verde logre la conversión agroecológica de esas 800 hectáreas (de las 17.600 que tiene la ciudad), que todos produzcan sin agroquímicos, es algo superador de una prohibición del glifosato», explicaron Cecilia Alvarez (subsecretaria de Ambiente) y Eduardo González (coordinador del Gabinete de Sustentabilidad).

Sobre el uso del glifosato, Fein trató de evitar las polémicas, pidió tratar un proyecto más completo, y recordó que «además de la ley provincial actual, la ciudad en 2011 fijó la ordenanza 8871, donde se define los límites agronómico (que van de 500 y 3 mil metros). En la planta urbana, hoy están prohibidos claramente. Eso quiere decir que, en el 82 por ciento de la ciudad, hay restricciones contundentes».

Más cáncer

“Hay una incidencia del glifosato en los nuevos casos de cáncer, como son las leucemias y los linfomas”, explica Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR (Universidad Nacional de Rosario) y profesor Titular y Responsable Académico del Ciclo Práctica Final de la Carrera de Medicina, desde donde impulsa los llamados “campamentos sanitarios” para analizar la salud de los pueblos fumigados.

Desde 2010 se hicieron relevamientos en 32 localidades de la región pampeana expuestas al uso de agroquímicos y se examinaron más de 110 mil personas. Según Verzeñassi, en todas existe un incremento muy importante de este tipo de patologías que coincide con la llegada del modelo de producción transgénico dependiente de venenos, fundamentalmente el glifosato.

“También tenemos evidencia epidemiológica de un incremento en los diagnósticos de enfermedades oncohematológicas, y al mismo tiempo un diagnóstico de abortos espontáneos y malformaciones congénitas con un fuerte avance de enfermedades endocrinas como el hipotiroidismo”, agrega.

Actualmente Argentina es el tercer país que más agroquímicos usa en el mundo, detrás de Estados Unidos y Brasil. Sin embargo, de acuerdo al Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados, es el mayor consumidor mundial de glifosato, que en 2015 fue clasificado como «cancerígeno probable» por el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (CICR, en francés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“En realidad yo no tengo una opinión personal sobre el herbicida, es la OMS a través de su agencia especializada en investigación de cáncer la que ha dicho que este es un producto probablemente cancerígeno en humanos y ya comprobado cancerígeno en animales. Esto quiere decir claramente que no estamos ante un producto inocuo, como nos quisieron hacer creer en los últimos 20 años cuando se instaló en nuestro país la producción de eventos transgénicos resistentes al glifosato, que generó un incremento del 800% en el uso de agrotóxicos”, afirma Verzeñassi.

A esto se suma, de acuerdo al investigador, que una Corte Federal de San Francisco (Estados Unidos), a cargo del juez Vince Chhabria, difundió a principio de este año lo que se conoció como los “Monsanto Papers”, una serie de documentos internos donde se demuestra que la empresa sabía de la toxicidad de nivel dos de su producto estrella que es el glifosato (popularmente conocido como Roundup) y que manipulaba estudios para esconderlo.

“Así Monsanto financió a un grupo de personas para que aparezcan como científicos independientes, firmando publicaciones científicas fraguadas para poder sostener esta falacia de la inocuidad de sus productos”, remarca el Verzeñassi.

Con respecto a la disyuntiva en la que se encuentra Rosario sobre la prohibición del glifosato, Verzeñassi entiende que “es un buen primer paso, pero no es suficiente. Lo que hay que hacer es cambiar el modelo de producción”.

Dr. Damian Verzeñassi. UNR
Dr. Damián Verzeñassi. UNR

“Algo que tiene veneno en su composición no puede ser un alimento nunca porque va a envenenar en vez de a nutrir. Lo que hoy estamos teniendo, son trabajos científicos que han encontrado la presencia de metabolitos, incluso de principios activos de los productos químicos que se usan en la producción de commodities o en la producción de frutas y verduras que son dañinos para la salud. Esto transforma esos elementos que consideramos alimentos, en trasmisores de enfermedades, o al menos, en vectores para la generación de enfermedades”, denuncia quien fuera el único médico que testimonió en representación de Latinoamérica durante el llamado Tribunal Internacional Monsanto en La Haya.

Uno de los impulsores de la ordenanza sobre la prohibición del glifosato en la ciudad, Eduardo Rossi, miembro asesor de la Comisión de Ecología del Concejo, durante años recopiló informes de todo el mundo que dan cuenta de los males a la salud que genera el herbicida. A día de hoy, son 665 los estudios que tiene en su poder.

“Por suerte hoy hay mil investigadores de todo el mundo que están trabajando de forma independiente sobre el impacto del glifosato con diferentes muestras: el agua, el aire, los anfibios, los peces, el cuerpo humano, entre otros”, cuenta Rossi.

Al igual que Verzeñassi, el ecologista también hace hincapié en que “las corporaciones tienen sus propios centros de investigaciones en donde arman estudios falsos y promueven el lobby agroindustrial”. De esa manera, “se escudan en estas investigaciones propias para decir que la ciencia no pudo comprobar nada aún. Lo preocupante es que las agencias internacionales que regulan el producto deciden a partir de estos informes”.

En su recopilación de informes y pruebas, Rossi tiene –entre otros registros– fotos de plazas de Rosario con el pasto amarillo que evidencia el uso de glifosato en el área urbana, donde se encuentra prohibido por la actual ordenanza. “Las evidencias y los informes están sobre la mesa. Ojalá podamos librarnos de este producto”, concluye.

Fuente: Foro Ambiental

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