Arde la Amazonia y no solo por el fuego
Las imágenes de las llamas avanzando sobre la selva amazónica estremecieron al mundo. Entre enero y agosto, Brasil sufrió 72.800 incendios forestales en todo su territorio. Esto significa que los focos aumentaron un 84% con respecto al mismo periodo del 2018, el mayor registro desde que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) comenzó las mediciones en 2013. De acuerdo al último reporte, más de la mitad ocurrieron en la Amazonia.
El IMPE es el organismo oficial que se encarga de monitorear, a través de imágenes satelitales, la situación de los bosques en la zona selvática. Sus datos, sin embargo, han sido objeto de duras críticas por parte del propio Jair Bolsonaro, quien recientemente ordenó la destitución de su ahora ex titular, Ricardo Galvao, al que acusó de “estar trabajando para una ONG”. Además, sin pruebas de por medio, el mandatario ha sugerido que son miembros de organizaciones ambientalistas los responsables de haber iniciado los incendios ante el recorte de fondos decretado por su gobierno.
En la Amazonia de Brasil se deforestan 19 canchas de fútbol por hora.
El fuego se propaga por los estados de Amazonas, Mato Grosso, Pará, Acre y Rondonia. Las causas responden principalmente a la deforestación, sostiene el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM). Esta práctica es impulsada por los negocios agroindustriales, la explotación minera y la entrada de millones de cabezas de ganado. Pero también por los agricultores más pobres, que desesperadamente talan o queman para cultivar frijoles, obtener madera o buscar oro. Según el INPE, en la Amazonia se arrasaron 2.254 kilómetros cuadrados de bosque tropical en julio de 2019. Es decir, un 278% superior a la del mismo periodo del año anterior. Aquí, la deforestación alcanza las 19 hectáreas por hora.
“Aquellos que destruyen la selva amazónica y dejan que la deforestación continúe incesantemente son motivados a hacerlo por las acciones y políticas del gobierno de Bolsonaro. Desde que tomó el poder, el actual gobierno ha desmantelado sistemáticamente la política ambiental de Brasil”, dice Danicley Aguiar, referente de Greenpeace Brasil.
Brasil es el hogar de más de la mitad de la biodiversidad del planeta y la protección de la Amazonia resulta esencial para la lucha contra el cambio climático. Y, pese a que su degradación va en aumento desde hace tiempo, sobre todo entre el período 2012–2018, la situación se ha agravado frente a la retórica anti–ambientalista del actual presidente y el desmantelamiento de los programas de protección de los bosques tropicales que impulsó en favor del avance de la frontera agroindustrial y proyectos mineros, así como también el destrato hacia las comunidades locales.
“La postura favorable a las empresas de Bolsonaro puede haber envalentonado a los madereros, agricultores y mineros a tomar el control de un área en crecimiento de tierras amazónicas”, asegura Carlos Rittl, secretario ejecutivo de la organización ambiental Observatorio del Clima.

El fuego ha llegado a áreas de protección ambiental de todos los estados mencionados. En tan solo una semana, se han registrado 68 incendios en territorios indígenas y zonas de conservación. La mayoría en la Amazonia, que resguarda un cuarto de todas las especies del mundo, tiene una de las mayores reservas de agua dulce y es crucial en la absorción global de dióxido de carbono, un gas producido por la quema de combustibles fósiles como el petróleo y el carbón.
Hace pocos días, Bolsonaro desacreditó los datos del IMPE y echó a su titular, Ricardo Galvao, al que acusó de “estar trabajando para una ONG”.
En el caso de Mato Grosso, estado que vive del negocio agrícola y uno de los más golpeados por las llamas, los incendios aumentaron en un 205%, incluso en el periodo en el que están prohibidos los fuegos que provocan los agricultores para limpiar los campos. Allí se encuentran también los parques Chapada dos Guimarães (que ya ha perdido el 12% de su vegetación) y Serra de Ricardo Franco, en la frontera con Bolivia, un país que en las últimas jornadas también ha sido presa del fuego, que ha quemado más de medio millón de hectáreas.
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En muchas de la zonas afectadas por los incendios las disputas por las tierras también se definen entre invasiones y arrendamientos ilegales, con violencia y mafias organizadas operando de por medio. Esto se ha ido envalentonando, además, con la reciente amnistía que el Gobierno le dio a deforestadores y la promulgación de la ley que facilitó legalizar terrenos reclamados ilegalmente en la región, así como también la reducción de las inspecciones ambientales.
Pese a ser regresivas, las medidas de Bolsonaro no deberían causar sorpresa. Casi todas responden a la campaña que hizo antes de convertirse en presidente. Transferir la demarcación de tierras indígenas y el Servicio Forestal Brasileño al Ministerio de Agricultura, la pérdida de la Agencia Nacional del Aguas, la extinción de la Secretaría de Cambio Climático y las amenazas de desmantelar áreas protegidas, reducir el Consejo Nacional de Medio Ambiente, eliminar el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad o sacar a Brasil de Acuerdo de París han formaron parte de su plataforma electoral o al menos de sus discursos.
Recortes a la protección
La situación de la Amazonia ya era grave antes de la llega del actual presidente de Brasil. Sin embargo, con él, todo ha empeorado. Los recortes presupuestarios y la interferencia federal que firmó el mandatario, hace que sea aún más fácil explotar la selva tropical. La agencia de cumplimiento ambiental de Brasil ha tenido un recorte de presupuesto de 23 millones de dólares, y los datos oficiales del Observatorio del Clima muestran que los controles han disminuido notoriamente en los últimos meses.
La mayor selva del mundo, por otro lado, hoy podría quedarse sin su principal programa internacional para frenar la tala ilegal. El llamado Fondo Amazonia, el mecanismo de cooperación global que más recursos ha aportado para detener la deforestación y reducir los gases de efecto invernadero, perdió a su principal donante: Noruega. El país nórdico anunció el congelamiento de sus ayudas por un importe de 30 millones de euros, después de que el gobierno brasileño cambiara de forma unilateral al equipo directivo que gestiona el fondo. Alemania, a su vez, decidió suspender una aportación similar pero aún debate revisar su contribución al mismo.
Fiel a su estilo, Bolsonaro ha salido a responder de forma poco diplomática. «Tengo un mensaje para la querida Angela Merkel: agarra tu dinero y reforesta Alemania. Lo necesitáis mucho más allí que aquí». Un día después, tras conocer la decisión de Oslo, añadió: «¿No es Noruega la que mata ballenas en el Polo Norte? Llévense el dinero y vayan a ayudar a Merkel a reforestar Alemania».
Ambos países son los que, junto a la petrolera estatal brasileña Petrobras, aportan dinero al Fondo Amazonia. Desde su creación en 2008, este ha financiado 103 proyectos para la preservación de un ecosistema vital para contener el calentamiento global. Noruega es, de lejos, el mayor donante, con cerca de 1.200 millones (el 94%), seguido por Alemania, con 68 millones (el 5%). Desde hace unos meses, representantes noruegos y alemanes negocian con el equipo de Bolsonaro ante su intención de realizar cambios en el funcionamiento del fondo, administrado por un banco público brasileño, el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES).
Los diez municipios de la Amazonia que más han ardido son también los más deforestados. Juntas, esas localidades suman el 37% de los incendios en lo que va de año y el 43% de la deforestación total registrada hasta julio. En algunos casos, según el IPAM, el fuego se hacía de manera controlada para limpiar campos, incluso en áreas protegidas con presencia humana, como aldeas indígenas o reservas extractivas. Pero la situación va más allá: “Es realmente preocupante”, reconoció el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, en un encuentro sobre cambio climático en el que fue abucheado.
Repercusión internacional
Los incendios han alcanzado repercusión internacional, principalmente, después de que el cielo de São Paulo, a 3.000 kilómetros de la Amazonia, quedase oscurecido, aparentemente por el humo de los incendios que provenían del norte y el centro del gigante sudamericano. Las fotos de la Amazonia deforestada que invadieron las redes sociales y las críticas de mandatarios de otros países, encabezados por el francés Emmanuel Macron, aumentó la presión sobre el Ejecutivo de Bolsonaro.
El presidente brasileño no solo se burló de los incendios, sino que también trató de darle la vuelta a la tortilla. “Puede haber una acción criminal por parte de esas ONG´s para llamar la atención precisamente contra mí, contra el Gobierno de Brasil. Esta es la guerra a la que nos enfrentamos”, declaró, quitándose la responsabilidad. Además, el presidente de Brasil minimizó las ofertas de ayuda internacional del G-7 contra los incendios en la Amazonia al afirmar que «Brasil no tiene precio».
La devastación de casi medio millón de hectáreas de la selva amazónica en Brasil se extendieron con gran virulencia al terreno de la diplomacia internacional. Macron cargó con dureza contra Bolsonaro por su falta de compromiso con el medio ambiente y anunció su decisión de oponerse al tratado de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur si todo sigue igual.
“Las decisiones y los propósitos vertidos por el mandatario brasileño en estas semanas muestran que decidió no respetar los compromisos climáticos asumidos, ni esforzarse en materia de biodiversidad. En las actuales condiciones, Francia se opone al acuerdo con el Mercosur”, concluyó en un enérgico mensaje. La reacción de Macron se produjo en un contexto de extrema tensión entre ambos países. El gesto francés fue imitado por el Gobierno de Irlanda, que también amenazó con oponerse si Brasil no protege su selva tropical.
En una línea similar, se pronunció el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. “Apoyamos el acuerdo UE-Mercosur, que también implica la protección del clima, pero es difícil imaginar una ratificación armoniosa por los países europeos, mientras el presidente brasileño permite la destrucción de los espacios verdes del planeta”. Alemania, por su parte, rechazó la posibilidad de suspender el acuerdo pero llamó imperativamente a abordar el desastre ambiental de la Amazonia.
En respuesta, Bolsonaro, que con demora y ante la presión internacional anunció una serie de medidas para enfrentar el fuego con aviones hidrantes y las fuerzas militares, calificó al presidente de Francia de tener una “mentalidad colonial” respecto a lo que considera un “asunto interno de Brasil y de los otros países amazónicos”. Eso sí, el mandatario de Brasil tuvo el apoyo de su par de los Estados Unidos. En las últimas horas, Donald Trump, con quien comparte su escepticismo acerca del cambio climático y la fascinación por las industrias contaminantes, salió en su defensa y puso a disposición la ayuda de su país.
Fuentes:
- Foro Ambiental / Por Manuel Casado