Cuchillo, tenedor y antibióticos.
¿Qué comemos cuando comemos carne?
La ganadería argentina sufrió en los últimos años un proceso de transformación que la ha hecho dependiente a la utilización de antibióticos. Esa carne que nos nutría, ahora, literalmente nos enferma.
Por: Cecilia Alfano
Foro Revista Nº 35
En Estados Unidos se utilizan 13.000 toneladas de antibióticos anuales para producir carne
La carne que comemos hoy en Argentina es muy distinta a la que consumíamos unas décadas atrás. Antes, nuestras vacas se alimentaban a pasto y se esparcían en hectáreas de verde. Actualmente, entre el 70% y el 90% de la carne que llega a nuestros platos pasó por un feedlot: vacas engordadas a base de grano, encerradas y plagadas de antibióticos. Y en las hectáreas en las que los animales antes pastaban, ahora hay, sobre todo, interminables plantaciones de soja transgénica.
La producción bovina intensiva, conocida como feedlot, creció exponencialmente en la medida en que los productores agropecuarios consideraron más rentable cultivar soja que tener a sus vacas pastando. Este tipo de producción, subsidiada por el Estado entre 2007 y 2010, se rige bajo la sentencia de producir cada vez más, en el menor tiempo y espacio posible. De ahí que los rumiantes lleguen a estos establecimientos pesando 130 kilos y los envíen al matadero a los cinco meses de su arribo, pesando casi el doble. Se los engorda, en promedio, más de un kilo por día. Pero este método express, tiene enormes consecuencias para la salud y al menos un costo fácil de comprobar: la pérdida de calidad.
La carne de feedlot no solo tiene niveles más elevados de colesterol y menor cantidad de proteínas y minerales, sino que, para que las vacas sobrevivan a ambientes tan insalubres y antinaturales –que les provocan estrés y enfermedades– se les suministran enormes cantidades de medicamentos. A nivel mundial, se estima que cerca de la mitad de los antibióticos producidos se destinan a la cría intensiva de cerdos, aves y bovinos. Sin embargo, ésta no es la única ni la más polémica razón de su aplicación. Los antibióticos se utilizan también como promotores de crecimiento, en dosis bajas pero constantes.
Este abuso provoca que las bacterias que habitan dentro de los animales evolucionen y se fortifiquen, transformándose en super resistentes. Esta resistencia se transfiere a los humanos al ingerir su carne. El resultado son infecciones que hasta ahora eran comunes y fácilmente tratables que ya no pueden combatirse con los medicamentos tradicionales, pudiendo llegar a ser mortales.
Alerta internacional
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la resistencia a los antibióticos es hoy una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo”, con un costo de hasta 700.000 muertes al año.
En mayo de 2016, la OMS publicó una lista de doce familias de bacterias resistentes a los antibióticos, alertando que se necesitan “urgentemente” antibióticos nuevos para combatir estas superbacterias.
Se estima que, para 2050, cobrarán la vida de 10 millones de personas anualmente, superando las muertes por cáncer o accidentes de tránsito. Procedimientos de rutina como el trasplante de órganos o la quimioterapia se volverían cada vez más peligrosas debido a infecciones intratables. El ejemplo paradigmático es la tuberculosis multirresistente a fármacos (TB-MR) que se ha vuelto la enfermedad infecciosa más letal del mundo, difundiéndose en países de bajos recursos de manera exponencial y que resulta, además, en una enorme carga para los sistemas sanitarios y las economías en desarrollo.
En el informe, la OMS instaba a la investigación y desarrollo de antibióticos nuevos para enfrentar a estas bacterias resistentes, lo que resultaría una vez más, en ganancias para las empresas farmacéuticas. Sin embargo, el foco debería estar en reducir la utilización indiscriminada y sin control de antibióticos en la producción ganadera y en abandonar gradualmente el modelo que los vuelve indispensables.
En Estados Unidos, donde se utilizan 13.000 toneladas de antibióticos anuales para producir carne, los costos en salud que trajo en 2009 intentar combatir estas bacterias resistentes fue de entre 16.000 y 26.000 millones de dólares. Y en España, genera un gasto de 150 millones de euros anuales, según los datos del Ministerio de Salud.
La carne de feedlot tiene niveles más elevados de colesterol y menor cantidad de proteínas y minerales. Para que las vacas sobrevivan a ambientes insalubres y antinaturales se les suministran enormes cantidades de medicamentos
Teníamos la carne más rica y la más sana hasta que se decidió subsidiar los feedlots. El quiebre fue en 2007 y 2008, cuando los especuladores financieros empezaron a invertir en granos y los precios se dispararon.– Soledad Barruti –
Nada es casual
En 2006 la Unión Europea prohibió la utilización de antibióticos como promotores de crecimiento, permitiendo su utilización únicamente en el caso de animales enfermos. Así también, en los últimos 10 años la tierra destinada a la agroecología en el viejo continente se triplicó. Pero en Argentina, seguimos apostando al modelo que arrancó a fines de siglo con el desembarco de la semilla de soja transgénica, y que sólo continuó intensificándose: el del monocultivo, los agroquímicos y los animales encerrados.
El Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), un proceso que comprendió la realización de más de 500 reuniones, en las cuales participaron más de 7.000 personas vinculadas al sector, estableció objetivos nacionales para 2020, entre ellos, que la Argentina llegue a producir 160 millones toneladas de granos (hoy produce 127 millones).
Como consecuencia lógica, la expansión de superficie cultivada fue y continuará yendo en aumento, y la producción ganadera intensiva que trae aparejada, también. Lo peligroso además, es que el proceso de intensificación del modelo productivo, continuará sin que exista aún una reglamentación en la utilización de antibióticos en ganadería, de la misma forma en que, todavía, no hay una ley nacional que regule la aplicación de agroquímicos.
“Teníamos la carne más rica y la más sana hasta que se decidió subsidiar los feedlots. El quiebre fue en 2007 y 2008, cuando los especuladores financieros empezaron a invertir en granos y los precios se dispararon. ¿Qué le “convenía” al país? Sembrar más soja y que las vacas se fueran a un corral de engorde. Al animal lo ponés a comer algo ajeno a su naturaleza en un espacio donde no puede caminar y se llena de grasas saturadas, es como si uno se pasara el día en una silla masticando bizcochitos de grasa. Sumémosle los antibióticos que les dan para que soporten esas condiciones” resume Soledad Barruti, autora de “Mal comidos”, en una entrevista realizada por Ariel Duer.
¿Y qué pasa con la carne blanca?
La aplicación de antibióticos no es un fenómeno exclusivo de los feedlots. De hecho, las condiciones de hacinamiento de la producción avícola y porcina son aún peores, y la utilización de antibióticos vuelve a ser útil y necesaria dentro de este esquema productivo. Útil para el engorde, y necesaria porque, en el caso de la producción de pollos, alrededor de entre diez y quince aves son encerradas en jaulas de metro y medio, apiladas en hileras dentro de gigantes galpones. El estrés del hacinamiento genera que se picoteen y cedan al canibalismo, facilitando la proliferación de infecciones y enfermedades.
Por su parte, en la cría de cerdos se utiliza en nuestro país (además de antibióticos) la Ractopamina, una droga que aumenta su adrenalina y que logra generar más músculo en animales que viven estáticos. Si bien está permitida en 26 países, entre ellos Estados Unidos, México y Brasil, está prohibida en otros 100, incluyendo a Rusia, China y todos los estados de la Unión Europea. Y aunque aún no hay estudios que demuestren los efectos nocivos de esta droga en humanos, sus detractores hablan de problemas cardíacos y de hipertesión. Otros, simplemente se atienen al principio precautorio de no permitir una droga hasta que se demuestre su inocuidad.
De este abuso tampoco están exentos los peces. Un estudio del Centro de Investigación de la UADE detectó que más de la mitad de los salmones rosados de las pescaderías de la Ciudad de Buenos Aires presentan residuos de antibióticos superiores al límite permitido por el CODEX Alimentarius Internacional. Una vez más, consecuencia de animales encerrados y criados intensivamente. Los salmones de Chile (el segundo exportador mundial de esta especie y los que consumimos en nuestro país) se crían en recintos artificiales sobre el mar, dentro de jaulas en donde se encuentran entre 250.000 y un millón de ejemplares, a los que se les suministran pesticidas y antibióticos para controlar enfermedades, contaminando el mar y exponiendo también a los peces silvestres que habitan alrededor de estos reductos.
Caminar para atrás
En la última cumbre del G-20 celebrada en septiembre del año pasado, los gobiernos incluyeron por vez primera la Resistencia Bacteriana a Antibióticos (RBA) en su agenda. A su vez, en Europa, la producción de pollos pastoriles se incrementó un 25% en los últimos diez años y en Estados Unidos, tras presiones de activistas, ONGs y una modificación en la demanda, solo la mitad de las granjas productoras de pollos dice utilizar antibióticos para engorde. Mientras tanto, en nuestro país, la ganadería intensiva solo da signos de ir en aumento, y en los últimos años también ha avanzado en el norte de nuestro territorio, destruyendo miles de hectáreas de bosque nativo, en total desmedro de la Ley de Bosques. Y mientras la FAO expresa que la comida producida de un modo orgánico puede alimentar al mundo, solo cabe preguntarnos cuál es el sentido de mantener este modelo productivo.
Referencias:
Soledad Barruti: la periodista que denuncia a la industria alimenticia.
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MINISTERIO DE SALUD y MINISTERIO DE AGRICULTURA, GANADERÍA Y PESCA. InfoLeg.
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ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (OMS)
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